11 de mayo _ Santos Felipe y Santiago, Apóstoles D. - Rojo El triunfo de los santos Apóstoles Felipe y Santiago. Felipe, después de convertir a la fe de Cristo casi toda la Escitia, finalmente, en Hierápolis, ciudad de Asia, crucificado y apedreado, descansó con glorioso fin. Santiago, que es llamado también hermano del Señor, y fue el primer Obispo de Jerusalén, precipitado desde el pináculo del templo, rotas las piernas y herido en el cerebro con el palo de un batanero, murió, y allí mismo, no lejos del templo, fue sepultado. Tanto San Felipe cuanto Santiago tuvieron el honor de ser apóstoles de Jesucristo, de predicar su Evangelio y de morir por la fe. Felipe fue quien llevó a Natanael a Jesucristo. Después de la Ascensión trasladose a Escitia, donde fue crucificado después de haber convertido a gran número de bárbaros. Santiago, primo del Señor, fue tan venerado entre los judíos, que se tenían éstos por dichosos con sólo tocar el borde de su manto. Fue precipitado desde lo alto del templo de Jerusalén porque predicaba a Jesucristo. En Roma, en la vía Salaria, el triunfo de san Antimo, Presbítero, el cual, insigne por sus virtudes y predicación, en la persecución de Diocleciano fue precipitado en el Tíber, de donde le sacó un Ángel, restituyéndole a su oratorio; más tarde, decapitado, subió vencedor al cielo. Allí mismo, san Evelio, Mártir, que siendo de la familia de Nerón, a vista del martirio de san Torpetes, creyó en Cristo, y por Cristo fue también degollado. En Roma también, los santos Mártires Máximo, Basso y Fabio, que en tiempo de Diocleciano fueron martirizados en la vía Salaria. En Osimo del Piceno, los santos Mártires Sisinio, Diácono, Dioclecio y Florencio, discípulos del Presbítero san Antimo; los cuales, en tiempo de Diocleciano, apedreados, consumaron el martirio. En Camerino, los santos Anastasio y compañeros Mártires, los cuales en la persecución de Decio fueron muertos por sentencia del Presidente Antíoco. En Varennes de Francia, san Gangulfo, Mártir. En Viena de Francia, san Mamerto, Obispo, el cual, por una inminente calamidad, instituyó en aquella ciudad solemnes rogativas en los tres días antes de la Ascensión del Señor, rito que aprobó y recibió después la Iglesia universal. En Souvigny de Francia, el tránsito de san Mayolo, Abad de Cluny, cuya vida fue ilustre en santos méritos. En Nápoles de Campania, san Francisco de Jerónimo, natural de la ciudad de Grotalla, diócesis de Tarento, Sacerdote de la Compañía de Jesús y Confesor, varón de eximia caridad y paciencia en procurar la salvación de las almas, a quien el Papa Gregorio XVI puso en el catálogo de los Santos. En San Severino del Piceno, san Iluminado, Confesor. En Cagliari de Cerdeña, san Ignacio de Láconi, Confesor, de la Orden de Menores Capuchinos, preclaro por la humildad, caridad y milagros; al cual el Papa Pío XII enalteció con los honores de los Santos.