[Rank] S. Isidori Episcopi Confessoris et Ecclesiæ Doctoris;;Duplex;;3.1;;vide C4a [Rank] (rubrica 1960) S. Isidori Episcopi Confessoris et Ecclesiæ Doctoris;;Duplex;;3;;vide C4a [Name] Isidóre [Oratio] Oh Dios, que diste a tu pueblo por ministro de la salvación eterna al bienaventurado Isidoro; te suplicamos nos concedas que merezcamos tener por intercesor en los cielos alque hemos tenido por maestro de la vida en la tierra. $Per Dominum [Lectio4] Isidoro, Doctor ilustre, español, natural de Cartagena, hijo de Severino, gobernador de la provincia. Los santos obispos Leandro de Sevilla y Fulgencio de Cartagena, sus hermanos, le iniciaron en la piedad y en las letras. Formado en las literaturas latina, griega y hebrea, e instruido en las leyes divinas y humanas, adquirió en grado eminente todas las ciencias, y a la vez todas las virtudes cristianas. Siendo joven, se opuso con tanto valor a la herejía arriana, profesada por los godos, que estuvo a punto de ser víctima de aquellos herejes, que dominaban en España. Habiendo muerto Leandro, fue elevado a la sede de Sevilla contra su voluntad, obligado principalmente por las instancias de Recaredo, y también por el deseo de la mayor parte del clero y del pueblo. Se cree que el papa San Gregorio Magno no solamente confirmó la elección con su autoridad apostólica, sino que le envió, como se acostumbraba, el palio, y le constituyó vicario suyo y de la Santa Sede en toda España. [Lectio5] La palabra es insuficiente para describir su constancia, humildad, paciencia y misericordia durante el episcopado, su solicitud en la restauración de la disciplina eclesiástica, y su incansable celo en sostenerla con sus palabras y escritos. Promotor y propagador eximio de la vida monástica, construyó muchos monasterios, edificó colegios, en los cuales, dedicándose a las ciencias sagradas y a la enseñanza, formó a muchos discípulos que a ellos concurrían; entre ellos se cuentan San Ildefonso de Toledo y San Braulio, obispo de Zaragoza. En un concilio que se reunió en Sevilla, Isidoro refutó y deshizo, después de una vehemente discusión, la herejía de los acéfalos, que amenazaba imponerse en España. Alcanzó tanta fama por su santidad y doctrina, que apenas pasados dieciséis años de su muerte, por todo un concilio reunido en Toledo, compuesto de más de doscientos cincuenta obispos, y con el voto de San Ildefonso, mereció ser llamado Doctor, novísima antorcha de la Iglesia, el hombre más docto del fin de los tiempos, cuyo nombre debe ser nombrado con reverencia. San Braulio no sólo le comparó con San Gregorio Magno, sino que confesó que había sido dado por el cielo a España para instruirla y para ocupar en ella el lugar de Santiago Apóstol. [Lectio6] Escribió libros sobre las Etimologías y los Oficios eclesiásticos, y otros muchos, de tal suerte útiles a la ciencia cristiana y eclesiástica, que el papa San León IV no dudó en escribir a los obispos de Inglaterra, que las sentencias de Isidoro debían ser retenidas como las de San Jerónimo y San Agustín, cuando surgiere alguna dificultad que no tuviese solución en los cánones. Muchas de sus sentencias se incluyeron entre las leyes canónicas de la Iglesia. Presidió el concilio cuarto de Toledo, el más célebre celebrado en España. Finalmente, después de haber librado a España de la herejía arriana, predicho su muerte y la invasión de los árabes y gobernado su Iglesia casi cuarenta años, voló al cielo, en Sevilla, en el año 636. Su cuerpo fue sepultado primeramente, según él había dispuesto, en medio de sus hermanos San Leandro y Santa Florentina. Fernando I, rey de Castilla y de León, lo rescató por una gran suma de dinero que dio a Eneto, príncipe sarraceno que gobernaba en Sevilla, y lo trasladó a León. En su honor se edificó un templo, donde sus milagros lo han hecho célebre y el pueblo le venera con devoción. [Lectio94] Isidoro, español, nació en Cartagena; su padre, Severiano, era el gobernador de la provincia. Sus hermanos, Leandro de Sevilla y Fulgencio de Cartagena, santos obispos, lo educaron en el amor de Dios y en las artes liberales, y se destacó en todas las formas de conocimiento y virtud cristiana. Cuando Leandro murió, Isidoro ocupó el obispado de Sevilla y vicario apostólico para toda España. En su ministerio episcopal dio un ejemplo de todas las buenas obras, y se interesó especialmente por la restauración de la disciplina eclesiástica. Cuando se convocó a un concilio en Sevilla, condenó, por la fuerza y la elocuencia de sus argumentos, la herejía de los acéfalos que amenazaba a España. La fama de su santidad y enseñanza se extendió tanto que, apenas 17 años después de su muerte, fue llamado el ilustre Doctor. Escribió muchos libros útiles llenos de aprendizaje y presidió el 4º Concilio de Toledo, el más famoso de los celebrados en España. Finalmente, después de haber gobernado su iglesia durante unos 40, murió en Sevilla en el año 636. &teDeum [Lectio7] Santo Evangelio según San Mateo !Mt 5:13-19 En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se hace insípida, ¿con qué se le volverá el sabor? Para nada sirve ya, sino para ser arrojada y pisada de las gentes. Y lo que sigue. _ Homilía de San Isidoro, Obispo. !Libro 2 de los Oficios a San Fulgencio. El que tiene el cargo de instruir a los pueblos y de formarlos para la virtud debe poseer una santidad perfecta y mostrarse irreprensible. Porque para reprender a los pecadores, preciso es que esté exento de pecado. En efecto, ¿cómo se atrevería a reprender a sus subordinados, si éstos pudieran responderle: Comienza por aplicarte a ti mismo tus lecciones de virtud? Quien se propone enseñar a vivir bien, debe, pues, empezar por ordenar su propia conducta. Muéstrese en todo modelo de bien y que su ejemplo y su doctrina atraigan al bien a todos. Le es necesaria la ciencia de las Escrituras. Porque la vida santa del obispo por sí sola no aprovechará más que a él mismo, pero si une a ella la ciencia y la palabra, podrá instruir a los otros, comunicando la doctrina a los fieles, y combatiendo a los enemigos de la fe, los cuales, si no son refutados y convencidos de falsedad, pueden engañar a las gentes sencillas. [Lectio8] La palabra del obispo debe ser pura, sencilla, clara, llena de gravedad y de nobleza, repleta de suavidad y de gracia. Ha de tratar de los misterios de la ley, de la doctrina de la fe, de la moderación cristiana, de las reglas de la justicia. Su lenguaje debe acomodarse a la profesión, a la calidad, a las costumbres de su auditorio. Debe disponer su enseñanza con relación al objeto, al tiempo, a la manera y a las personas. Debe leer la Sagrada Escritura, estudiar los Cánones, imitar a los Santos, entregarse a las vigilias, al ayuno, a la oración; debe procurar la paz con sus hermanos, y no herir a ninguno de los miembros del cuerpo de que es cabeza, ni condenar a nadie sin pruebas, ni excomulgar a ninguno sin examen. Ha de unir en la prelatura la humildad con la autoridad; ha de evitar la humildad indiscreta, que fomente los vicios de sus fieles, y la severidad inmoderada en el uso de su poder; muéstrese con los que le han sido confiados lleno de solicitud, pues debe temer del mismo Jesucristo un examen más severo de su virtud. [Lectio9] Guardará la caridad, virtud que se eleva por encima de todos los dones, sin la cual las demás no son nada. Pondrá su castidad bajo la custodia de la caridad, y el lugar en que habite esta guardiana, será la humildad. Entre todos estos bienes, considerará como el bien por excelencia la castidad, para que su alma, entregada enteramente a Jesucristo, sea pura y libre de toda mancha. Como prudente dispensador, deberá cuidar de los pobres, alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos, recibir a los peregrinos, rescatar a los cautivos, proteger a las viudas y a los huérfanos, mostrar en todo vigilante solicitud, una prudencia en las distribuciones diarias. Será hospitalario con toda suerte de personas con bondad y caridad; porque si todos los fieles desean oír estas palabras del Evangelio: “Era peregrino, y me hospedaste”, ¿cuánto más el obispo, cuya morada debe ser un refugio abierto a todos? &teDeum