[Rank] S. Catharinæ Senensis Virginis;;Duplex;;3;;vide C6b [Oratio] Te suplicamos nos concedas, omnipotente Dios, que cuantos celebramos el nacimiento a la vida eterna de tu bienaventurada Virgen Catalina, participemos de la alegría de esta festividad anual, y nos aprovechemos con el ejemplo de una virtud tan grande. $Per Dominum [Lectio4] Catalina, virgen, de Siena, de piadosos padres, obtuvo el hábito de santo Domingo de las hermanas de la Penitencia. Se distinguió por su gran abstinencia y una austeridad admirable. Alguna vez pasó desde el miércoles de Ceniza hasta la Ascensión del Señor en ayuno, sostenida sólo por la Eucaristía. Tuvo que luchar con frecuencia con los demonios, sufriendo de su parte muchos malos tratos. Padecía de fiebres ardientes y de otras dolencias. Tan grande era la fama de la santidad de Catalina, que de todas partes acudían a ella los atormentados por los espíritus malignos. En nombre de Cristo mandaba a las enfermedades y a las fiebres, y obligaba a los demonios a que abandonasen los cuerpos de los poseídos. [Lectio5] Viviendo en Pisa, un domingo, después de recibir la sagrada comunión, arrebatada en éxtasis, vio al Señor crucificado acercándosela con un gran resplandor, saliendo de las cicatrices de sus llagas cinco rayos sobre cinco partes de su cuerpo. Comprendiendo el misterio, suplicó al Señor que no apareciesen las cicatrices, y al instante los rayos cambiaron el color de sangre en otro resplandeciente, y bajo la apariencia de una luz muy pura llegaron a sus manos, pies y corazón. Era tan grande el dolor que padecía sensiblemente, que de no disminuírselo el Señor, creyera que en breve había de morir. El Señor, cuyo amor no tiene límites, añadió un nuevo favor: que sintiera el dolor de las heridas, y no apareciesen las señales ensangrentadas. Habiendo referido cuanto experimentó a su confesor Raimundo, la pía industria de los fieles, representándolo visiblemente, ha pintado sobre la imagen de la bienaventurada Catalina unos rayos luminosos que caen sobre sus pies, manos y costado. [Lectio6] Su doctrina fue infusa, no adquirida. Resolvía a los profesores de teología cuestiones difíciles que le proponían relativas a la divinidad. Nadie acudió a ella que no saliera mejorado; extinguió odios e hizo cesar mortales enemistades. Salió para Aviñón para entrevistarse con Gregorio XI para obtener la paz a los florentinos, que por discrepancias con la Iglesia sufrían entredicho eclesiástico. Manifestó al Papa que sabía por divina revelación, el voto que había hecho, sólo conocido de Dios, de volver a Roma. Así el consejo de la Santa contribuyó a que el Papa volviera en persona, tras madura deliberación, a tomar posesión de la sede romana. Gregorio XI, y Urbano VI, su sucesor, la apreciaron tanto, que la escogieron para llevar a cabo diversas misiones. Después de haber resplandecido con todas las virtudes, con el don de profecía, e ilustre por sus milagros, fue a reunirse con su Esposo celestial, teniendo cerca de 33 años. El Sumo Pontífice Pío II la inscribió en el número de las santas Vírgenes. [Lectio94] Catalina, virgen de Siena, nacida de padres devotos, obtuvo el hábito de Sto. Domingo usado por las Hermanas de la Penitencia. Su abstinencia fue muy estricta, y toda su vida fue de una austeridad maravillosa. Un domingo, viviendo en Pisa, tras recibir el Pan del cielo y estando en éxtasis, vio al Señor crucificado que venía con un gran resplandor, y por las señales de sus heridas, salían cinco rayos hasta los mismos lugares en su cuerpo. Consciente del misterio, imploró al Señor que las heridas no fueran visibles, y el color de los rayos mutó, al instante, de sangre a luminoso, en forma de luz pura llegaron a sus manos, pies y corazón. Tal era el dolor que sufría, aunque no se podían ver los signos de las heridas sangrantes, que creía que pronto moriría si Dios no lo atenuaba. Su doctrina fue infunsa, no adquirida. Fue al Papa Gregorio XI en Aviñón y le mostró que sabía por medios divinos el voto que había hecho de regresar a Roma; voto conocido solo por Dios; fue la causa de que el Papa ocupara en persona su sede en Roma. A los 33 años fue a reunirse con su Esposo celestial. Pío II la inscribió entre las santas Vírgenes. &teDeum