[Rank] S. Roberti Bellarmino Episcopi Confessoris et Ecclesiæ Doctoris;;Duplex;;3;;vide C4a [Rank] (rubrica innovata) S.Roberti Bellarmino Episcopi Confessoris et Ecclesiæ Doctoris;;Duplex optional;;2.1;;vide C4a [Name] Robérte [Oratio] Oh Dios, que por rechazar las asechanzas del error y para defender los derechos de la Sede Apostólica, adornaste al bienaventurado Roberto, tu Pontífice y Doctor, con admirable doctrina y virtudes; concédenos por sus méritos e intercesión que crezcamos en amor a la verdad, y que los corazones de los que caminan extraviados vuelvan a la unidad de tu Iglesia. $Per Dominum [Lectio4] Roberto nació en Montepulciano, de la familia patricia de los Belarmino. Su madre fue la piadosísima Cincia Cervini, hermana del papa Marcelo II. Pronto se distinguió por su eximia piedad y por su pureza de vida. Solo deseaba agradar a Dios y salvar las almas. Educose en el colegio que la Compañía de Jesús tenía en su ciudad, y mereció grandes alabanzas por su talento y modestia; ingresó en Roma a los 18 años en la Compañía, y fue para todos modelo de virtud. Terminada la filosofía en el Colegio Romano, fue enviado a Florencia, después a Mondovio, de allí a Padua para estudiar la sagrada teología, y al fin a Lovaina, en donde, no siendo aún sacerdote, desempeñó el cargo de predicador. Ordenado luego sacerdote en Lovaina, enseñó la teología con tanto éxito que condujo a muchísimos herejes a la unidad de la Iglesia, y fue considerado como teólogo eminente en toda Europa, y muy solicitado por San Carlos Borromeo, obispo de Milán, y por otros muchos. [Lectio5] Llamado de nuevo a Roma por el papa Gregorio XIII, enseñó en el Colegio Romano las cuestiones disputadas de teología, y elegido maestro de la vida espiritual, dirigió al angélico joven Luis Gonzaga por el camino de la santidad. También gobernó el Colegio Romano y después la Provincia Napolitana de la Compañía de Jesús, según la mente de San Ignacio. Volvió a Roma, donde el papa Clemente VIII le confió asuntos importantísimos de la Iglesia con gran provecho de los intereses religiosos. Después, contra su voluntad, fue creado cardenal, porque, como manifestó abiertamente el mismo Pontífice, la Iglesia de Dios no tenía a la sazón otro que le igualara en sabiduría. Consagrado obispo por el mismo Papa, gobernó ejemplarmente por un trienio el arzobispado de Capua. Renunció después a este cargo, y permaneció en Roma hasta su muerte, siendo el consejero fidelísimo del Sumo Pontífice. Escribió muchas obras; su mérito principal consistió en que, siguiendo a Santo Tomás como guía y maestro, y conociendo las necesidades de su tiempo, combatió con los más sólidos argumentos sacados de las sagradas Letras y de las fuentes de los Santos Padres, los nuevos errores, y defendió la tradición católica y los derechos del Pontificado romano. También se le deben muchos libros de piedad, ocupando el primer lugar, su áureo catecismo, del que se servía, a pesar de los graves negocios que le absorbían, para enseñar, así en Capua como en Roma, a los niños y a los ignorantes. Un cardenal contemporáneo de Roberto le tuvo como enviado de Dios para instruir a los católicos, formar a las almas piadosas y abatir a los herejes. San Francisco de Sales le consideró como un manantial de doctrina; el Papa Benedicto XIV le llamó martillo de los herejes, y Benedicto XV le propuso como modelo a los propagadores y defensores de la religión católica. [Lectio6] Amante de la vida religiosa, la observó, aun siendo cardenal. No quiso poseer más que lo indispensable; se contentó con un servicio limitado, con modestos honores y con un hábito sencillo. No trabajó para enriquecer a los suyos, y con dificultad se le pudo inducir a que les socorriese en sus necesidades. Profesaba una humildad profunda y era admirable la sencillez de su alma. Amó a la Madre de Dios. Oraba muchas horas al día. Su vida era frugal, ayunando tres veces cada semana. Siempre austero consigo mismo, ardía en caridad con el prójimo, por lo cual se le llamó el padre de los pobres. Luchó para no manchar ni siquiera con culpas veniales su inocencia bautismal. Casi octogenario, le sobrevino en San Andrés del Quirinal, la última enfermedad, en la cual resplandecieron sus virtudes. Hallándose moribundo, visitáronle Gregorio XV y varios cardenales, doliéndose todos ellos de perder un valioso sostén de la Iglesia. En la fiesta de las llagas de San Francisco, que él había conseguido se celebrase en todo el mundo, se durmió en el Señor, en el año 1721. La ciudad le lloró como a un padre, aclamándole santo. El Sumo Papa Pío XI le declaró Beato y más tarde Santo. Por decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, fue declarado Doctor de la Iglesia universal. Su cuerpo es venerado en el templo de San Ignacio, cerca del sepulcro de San Luis Gonzaga, como él había deseado. [Lectio94] Roberto nació en Montepulciano de la familia patricia de Belarmino, y tenía una madre muy devota, Cynthia Cervini, la hermana del Papa Marcelo II. Destacado por su devoción y castidad, el joven ingresó en la Compañía de Jesús a la edad de 18 años, y hasta su muerte fue un modelo de las virtudes religiosas para sus hermanos. Después de su curso de filosofía, fue enviado a Florencia, luego a Monreale, Padua y Lovaina; y ejerció los oficios de maestro y predicador de una manera admirable, a pesar de que aún no era sacerdote. Fue ordenado sacerdote en Lovaina; y enseñó teología siendo considerado el teólogo más ilustre de Europa. Retirado a Roma, enseñó apologética en el Colegio Romano, del que fue nombrado director espiritual, y dirigió al joven angelical Luis Gonzaga por los senderos de la santidad. Fue nombrado Cardenal por el Papa Clemente VIII, y luego fue consagrado obispo, gobernando la arquidiócesis de Capua durante tres años de la manera más santa. Renunció a este cargo para convertirse en consejero de la más alta integridad y lealtad al Sumo Pontífice en Roma hasta que, cuando tenía casi ochenta años, el 17 de septiembre de 1621, murió de una muerte santa en el Señor. Además de sus trabajos apologéticos, escribió muchos otros libros dignos de mención, entre los cuales su pequeño catecismo aureo sigue siendo famoso. El Papa Pío XI añadió el nombre de este fuerte defensor de la fe católica al número de los Santos y lo declaró Doctor de la Iglesia universal. &teDeum [Lectio7] Santo Evangelio según San Mateo !Mt 5:13-19 En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se hace insípida, ¿con qué se le volverá el sabor? Y lo que sigue. _ Homilía de San Roberto Belarmino, Obispo. !Ser. 9, sobre la santidad de los Doctores de la Iglesia. En el principio. En Dios, a quien adoramos como uno en la Trinidad y trino en la unidad, sobresalen singularmente tres atributos, a saber: el poder, la sabiduría y la bondad; así también, amados oyentes, Dios quiso dotar a sus amigos e hijos predilectos, nuestros Padres y Doctores, de poder, sabiduría, bondad y santidad, para hacerles más semejantes a Él, y para granjearles la acogida y la admiración de todas las naciones. Armoles primero de aquel poder, en cuya virtud, contra el curso ordinario de las leyes naturales, obraron prodigios singulares en elementos, árboles, animales y en los hombres. Instruyoles, infundiendo en su espíritu una sabiduría que no sólo les permitiera ver el presente y el pasado, sino también anunciar las cosas futuras con anticipación. Dilató su corazón con una caridad tal, que les movió a emprender con gran ánimo su misión, y les permitió además conmover, tanto con el ejemplo de una conducta excelente como con sus palabras y milagros, a los que debían convertir. [Lectio8] Todos saben lo que fueron los predicadores de nuestra ley evangélica, lo mismo los primeros, que nos trajeron la fe y el Evangelio, que los que Dios suscitó cada siglo, para confirmar o propagar esta misma fe; cuán piadosos, justos y religiosos se mostraron. Recordemos ante todo a los Apóstoles. ¿Qué puede darse de más sublime y perfecto que su conducta? Después fijémonos en los santos que llamamos Padres y Doctores, antorchas que Dios quiso que brillasen en el firmamento de la Iglesia, para que con su luz se disipasen todas las tinieblas de las herejías. Fijémonos en Ireneo, Cipriano, Hilario, Atanasio, Basilio, los dos Gregorios, Ambrosio, Jerónimo, Agustín, Crisóstomo, Cirilo. Su vida y costumbres, ¿no resplandecen como en unos espejos, en las obras que nos dejaron? En verdad, la boca habla de la abundancia del corazón. [Lectio9] ¡Cuánta humildad brilla en los libros de los santos Padres, unida a una suma erudición! ¡Cuánta sobriedad! No hay en ellos nada obsceno, torpe, falso, arrogante, vano. ¡De cuántas maneras se manifiesta el Espíritu Santo, que moraba en sus pechos, por medio de sus escritos! ¿Quién podrá leer a San Cipriano que no se inflame en amor al martirio? ¿Quién hay, que versado en el estudio de San Agustín no descubra su humildad profunda? ¿Quién habrá que frecuentando los escritos de San Jerónimo no se aficione a la virginidad y al ayuno? Los escritos de los Santos inspiran religión, castidad, integridad, caridad. Son obispos y pastores (según palabras de San Agustín) doctos, graves, santos, acérrimos defensores de la verdad. Tras mamar con la leche la fe católica, la tomaron como alimento, para distribuirla luego como leche y manjar a todos. Después de los Apóstoles, la Iglesia santa creció gracias a los que así han plantado, regado y edificado; gracias a tales pastores y alimentadores. &teDeum