[Rank] (rubrica tridentina aut rubrica divino) Quarta die infra Octavam Nativitatis S. Joannis Baptistæ;;Semiduplex;;2;;vide Sancti/06-24 [Lectio4] Sermón de San Basilio el Grande. !Homilía 2ª sobre el Salmo 28. “La voz del Señor resonó sobre las aguas”. ¿Qué voz? ¿Sobre qué aguas? Estas palabras son como una profecía. Acordaos de Juan. Preguntáronle los judíos: “¿Quién eres tú, para que podamos dar alguna respuesta a los que nos han enviado?” Respondió él: “Soy la voz del que clama en el desierto”. Juan es, pues, la voz del Señor; el Ángel que Dios envió ante la faz de Jesucristo, “para preparar al Señor un pueblo perfecto”. Y las aguas sobre las cuales resonó esta voz, son las del Jordán, en donde bautizaba, predicando un bautismo de penitencia. Mas no solo en el Jordán, sino también en Ennón, cerca de Salim, porque había allí mucha agua. [Lectio5] La voz del Señor que resonó sobre las aguas, es Juan sobre el bautismo. Allí también “el Dios de la majestad truena”; del cielo vino una voz que decía: “Este es mi Hijo muy amado en quien tengo todas mis complacencias”. También se dignó descender el Señor sobre las aguas para recibir el bautismo de Juan, para cumplir toda la justicia contenida en la ley. “La voz del Señor está llena de poder”; porque curará las enfermedades del pueblo con el bautismo de penitencia, valiéndose del bautismo de agua para llevarlas a la penitencia. Esta voz es poderosa, diciendo: “Haced penitencia, porque se acerca el reino de Dios. Haced, pues, frutos dignos de penitencia”. [Lectio6] La voz del Señor quebranta los cedros. Puede decirse que, preparando al Señor un pueblo perfecto, quebrantando y confundiendo las impiedades que se habían elevado contra el conocimiento de Dios, enderezó Juan Bautista senderos tortuosos. El que rebajaba toda colina y toda montaña espiritual, era el mismo que por la voz de Juan, descuajaba cedros y allanaba el camino a Jesucristo Nuestro Señor, porque conducía a la penitencia a corazones altivos, soberbios, orgullosos. Así también, el Señor, tomando posesión del terreno preparado, quebrantó con su advenimiento las potencias contrarias, figuradas en los cedros del Líbano. Es necesario que reine el Señor y ponga bajo sus pies a sus enemigos, y descuaje estos cedros. [Lectio7] Santo Evangelio según San Lucas !Lc 1:57-68 Entre tanto le llegó a Isabel el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo. Supieron sus amigos y parientes la gran misericordia que Dios le había hecho, y se congratulaban con ella. Y lo que sigue. _ Homilía de San Ambrosio, Obispo. !Libro 2, sobre San Lucas, c. 1, hacia el fin. Su padre, Zacarías, recibió la plenitud del Espíritu Santo, y profetizó. Considera cuán bueno es Dios y con cuánta facilidad perdona los pecados; pues no sólo restituyó lo quitado, sino que concedió lo que nadie esperaba. Zacarías, mudo largo tiempo, profetiza. Constituye una gracia insigne el que un hombre incrédulo a las promesas de Dios, le rinda después testimonio. Nadie, pues, pierda la confianza; nadie, a pesar del recuerdo de sus faltas, desespere de obtener las divinas recompensas. El Señor sabrá revocar la sentencia dictada contra ti si tú sabes reparar la culpa. [Lectio8] “Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo”. Bellamente, al profetizar sobre el Señor, se dirije Zacarías al niño profeta, para señalar en él otro beneficio del Señor. Si sólo se hubiera publicado lo personal, habría parecido silenciar con ingratitud lo que reconocía en su hijo. Quizás alguien creerá que interpelar a un niño de ocho días es propio de un espíritu irreflexivo. Pero si bien lo consideramos, comprenderemos que el niño que, antes de nacer, oyó la salutación de María, podía oír también, ya nacido, la voz de su padre. [Lectio9] Zacarías no ignoraba que un Profeta tiene un oído muy superior al nuestro, y que se abre no por la edad o el crecimiento corporal, sino por el Espíritu de Dios. Podía muy bien comprender aquel que había podido estremecerse de gozo. Advierte cuán corta es la profecía de Isabel y cuán extensa la de Zacarías. Los dos hablan inspirados por el Espíritu Santo. Pero aquí se observa la regla, o sea, que la mujer ha de mostrar más solicitud para aprender que para enseñar las verdades divinas. &teDeum