[Rank] In Vigilia Ss. Petri et Pauli Apostolorum;;Duplex II classis;;5 [Oratio] Concédenos, Dios Omnipotente, que nada nos perturbe, después de que nos hayas consolidado en la roca de la fe de los Apóstoles. $Per Dominum [Lectio1] Lectura del Santo Evangelio según San Juan !Jn 21:15-17 Dijo Jesús a Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Y lo que sigue. _ Homilía de San Agustín, Obispo. !Trat. 123 sobre San Juan, hacia el medio. Se responde a negación triple confesión, para que la lengua sirva al amor no menos que al temor, y no parezca que la muerte inminente ha arrancado más palabras que la Vida presente. Sea oficio del amor apacentar el rebaño del Señor, si fue indicio de temor negar al Pastor. Quienes por afán de jactarse o dominar o enriquecerse, no por la caridad de obedecer y ayudar y agradar a Dios, apacientan las ovejas de Cristo con esta intención, la de querer que sean suyas, no de Cristo, quedan convictos de amarse a sí mismos, no a Cristo, por el deseo de jactarse o ejercer poder, o adquirir ganancia, y no del amor de obedecer, servir y agradar a Dios. [Lectio2] Frente a éstos, pues, respecto a los que el Apóstol se queja de que buscan lo de ellos, no lo de Jesucristo, está ojo avizor esta frase de Cristo, en la que se insiste tantas veces. Efectivamente, «¿Me quieres? Apacienta mis ovejas», ¿qué otra cosa significa que dijera: «Si me quieres, no pienses en apacentarte, sino apacienta mis ovejas como mías, no como tuyas; en ellas busca mi gloria, no la tuya; mi dominio, no el tuyo; mis ganancias, no las tuyas, para que no estés en la sociedad de esos que, amantes de sí mismos y de lo demás que se vincula con este inicio «de los males», pertenecen a los tiempos peligrosos? [Lectio3] Con razón se dice a Pedro: «¿Me quieres?», y responde: «Te amo» y se le replica: «Apacienta mis corderos», y esto por segunda vez, esto la tercera vez, en razón de lo cual, porque incluso el Señor pregunta la última vez no «¿me quieres?», sino «¿me amas?», se muestra que amor y dilección son una sola e idéntica cosa. No nos amemos, pues, a nosotros mismos, sino a Él y, al apacentar sus ovejas, busquemos lo que es de Él, no lo que es nuestro. No sé de qué modo inexplicable, cualquiera que se ama a sí mismo, no a Dios, no se ama y, cualquiera que ama a Dios, no a sí mismo, precisamente ése se ama. En efecto, quien no puede vivir por sí, muere, evidentemente, amándose; no se ama, pues, quien se ama de forma que no viva. Cuando, en cambio, uno quiere a ese debido al cual vive, no queriéndose se quiere, más bien, quien no se quiere precisamente para querer a ese debido al cual vive.