[Rank] Feria Quarta infra Octavam Corporis Christi;;Semiduplex II class;;5;;ex Tempora/Pent01-4 [Rank] (rubrica 1960) Feria IV infra Hebdomadam II post Octavam Pentecostes;;Feria;;1 [Rule] ex Tempora/Pent01-4; 9 lectiones Doxology=Corp [Lectio1] Del Libro Primero de los Reyes. !1 Sam 6, 19-21; 7, 1 19 Los hijos de Jeconías no se alegraron con las gentes de Bet Semes al ver el arca de Yahvé, e hirió éste de entre ellos a setenta hombres. El pueblo hizo gran duelo por haberlos herido Yahvé con tan gran plaga; 20 y las gentes de Bet Semes se decían: “¿Quién puede estar delante de Yahvé, este Dios santo? ¿Y adónde habrá de ir al alejarse de nosotros?” 21 Mandaron mensajeros a los habitantes de Quiriat-Jearim para que les dijeran: “Los filisteos han devuelto el arca de Yahvé; bajad para subirla con vosotros.” 1 Las gentes de Quiriat-Jearim vinieron y subieron el arca, depositándola en la casa de Abinadab, que está sobre una colina; y consagraron a Eliezer, su hijo, para que custodiase el arca de Yahvé. [Responsory1 1960] @Tempora/Pent01-3:Responsory1 [Lectio2] !1 Sam 7:2-4 2 Mucho tiempo pasó, veinte años, desde que el arca fue depositada en Quiriat-Jearim, y toda la casa de Israel se volvió a Yahvé. 3 Dijo, pues, Samuel: “Si de todo corazón os convertís a Yahvé, quitad de en medio de vosotros los dioses extraños y las astartés; enderezad vuestro corazón a Yahvé y servidle sólo a Él, y Él os librará de las manos de los filisteos.” 4 Los hijos de Israel quitaron todos los baales y astartés y sirvieron sólo a Yahvé. [Responsory2 1960] @Tempora/Pent01-3:Responsory2 [Lectio3] !1 Sam 7:5-8 5 Samuel les dijo: “Congregad a todo Israel en Masfa, y yo rogaré a Yahvé por vosotros.” 6 Reuniéronse en Masfa, y sacando agua, la derramaron en tierra ante Yahvé; y ayunaron aquel día, y clamaban: “Hemos pecado contra Yahvé.” Samuel juzgaba a los hijos de Israel en Masfa. 7 Habiendo sabido los filisteos que los hijos de Israel se habían congregado en Masfa, subieron sus príncipes contra Israel. Tuvieron miedo de los filisteos los hijos de Israel, 8 y dijeron a Samuel: “No ceses de clamar por nosotros a Yahvé, nuestro Dios, para que nos libre de la mano de los filisteos.” [Responsory3 1960] @Tempora/Pent01-3:Responsory3 [Lectio4] Del Libro de San Ambrosio, Obispo, sobre los Sacramentos. !Libro 4, Capítulo 4. ¿Quién sino el Señor Jesús es el autor de los Sacramentos? Del cielo vinieron los Sacramentos, como viene toda misericordia. Cuando el Señor hizo llover del cielo el maná para su pueblo, fue en verdad un gran milagro, del todo divino; sin trabajo alguno hallaba el pueblo su sustento. Diréis tal vez: Lo que yo veo ahí, es mi pan ordinario. Sí, hasta pronunciar las palabras sacramentales, eso no es más que pan; pero desde la consagración, ese pan se convierte en carne de Jesucristo. Hagamos la prueba. ¿Cómo el pan puede convertirse en el cuerpo de Jesucristo? Por la consagración. ¿Por medio de qué palabras se obra la consagración, y quién las pronuncia? Son las palabras del Señor Jesús. El resto del sacrificio se compone, en efecto, de alabanzas, ofertas a Dios, oraciones en favor del pueblo, de los reyes y de otros, pero cuando el sacerdote llega al cumplimiento del augusto misterio, ya no se sirve de sus propias palabras, sino de las de Jesucristo. [Lectio5] Son, pues, las palabras de Jesucristo las que efectúan este Sacramento. ¿Y qué es la palabra de Jesucristo? Es aquella misma “por la cual todas las cosas fueron hechas”. Mandó el Señor, y el cielo fue creado; mandó el Señor, y la tierra fue hecha; mandó el Señor, y los mares salieron de la nada; mandó el Señor, y toda criatura tuvo nacimiento. Ya veis, pues, cuán poderosa y eficaz es la palabra de Jesucristo. Si hay, pues, en las palabras del Señor Jesús tanta fuerza y tanta virtud, que ha dado el ser a las cosas que no existían, con mayor razón tendrá poder para cambiar en otras sustancias las sustancias que ya existen. El cielo no existía, el mar no existía, la tierra no existía, pero escuchad las palabras de la Escritura: “Él habló, y todo quedó hecho; lo mandó, y todo fue criado”. Para responderos, os diré, pues, que el cuerpo de Cristo no estaba aquí antes de la consagración; mas después de la consagración, aquí está el cuerpo de Jesucristo. El mismo Jesús ha hablado, y esto ha quedado hecho; ha mandado, y esto ha quedado efectuado. [Lectio6] Volvamos ahora a mi proposición. Grande y venerable milagro fue el maná cayendo del cielo para los judíos, pero juzgad cuál es la más augusta de estas dos gracias, el maná del cielo o el cuerpo de Jesucristo. Sin duda alguna que lo es el cuerpo de Jesucristo, el Creador del cielo y de la tierra. Además, los que comieron el maná, murieron, pero el que coma el cuerpo de Jesucristo, obtendrá la remisión de sus pecados, y no morirá nunca. No sin motivo decís, pues, al recibirlo: Amén, confesando con el espíritu que recibís el cuerpo de Jesucristo. Os dice el sacerdote: El cuerpo de Jesucristo; y respondéis: Amén; es decir: Verdad es. Mantenga vuestro corazón lo que confiesa vuestra lengua. [Lectio7] Lección del santo Evangelio según San Juan !Jn 6:56-59 En aquel tiempo: Dijo Jesús a las turbas de los judíos: Mi carne verdaderamente es manjar, y mi sangre verdaderamente es bebida. Y lo que sigue. _ Homilía de San Hilario, Obispo. !Libro 8 de la Trinidad, antes del medio. No hay que hablar de las cosas de Dios según las ideas y sentimientos del mundo. Leamos las Escrituras, propongámonos hallar la inteligencia de lo que hemos leído, y cumpliremos entonces un deber de fe perfecta. Lo que decimos de la presencia real de Jesucristo en nosotros, sería, por nuestra parte, absurdo e impío, si el mismo Jesús no nos lo hubiera enseñado. En efecto, nos dijo Él: “Porque mi carne es verdaderamente comida, y mi sangre es verdaderamente bebida. Quien come mi carne y bebe mi sangre, en mí mora, y Yo en él”. Estas palabras no permiten dudar de la presencia real de su cuerpo y de su sangre. [Lectio8] Hállase de acuerdo nuestra fe con la divina promesa para afirmar que es realmente su carne y su sangre. Cuando hemos comido este cuerpo y bebido esta sangre, hacen ellos que estemos en Jesucristo, y Jesucristo esté en nosotros. ¿No es esto verdad? Ciertamente, no es posible dudar de ella, a menos de dudar que Jesucristo sea verdadero Dios. Está, pues, Él mismo en nosotros mediante su carne, y nosotros estamos en Él, de tal manera que lo que nosotros somos, está con Él en Dios. Que nosotros estamos en Dios cuando participamos del Sacramento de su cuerpo y de su sangre, Él mismo lo declara cuando dice: “Este mundo ya no me verá; pero vosotros me veréis, porque Yo vivo, y vosotros viviréis; porque Yo estoy en mi Padre, y vosotros estáis en mí, y Yo en vosotros”. [Lectio9] Que sea verdadera esta unidad entre Él y vosotros, Él mismo lo atestiguó: “El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí mora, y Yo en él”. Nadie, pues, puede residir en Él sin poseerlo en sí, y sólo el que come su carne puede hacerse uno con Él. Ya Él mismo había enseñado el misterio de esta unión: “Así como el Padre que me ha enviado vive, y Yo vivo por el Padre, así, quien me come, también él vivirá por mí”. Por consiguiente, Él vive por el Padre, y así como Él vive por el Padre, así debemos vivir por su carne. &teDeum